sábado, 5 de febrero de 2011

El Cincoque era una gran teta

El Cincoque (izquierda) emergiendo en la mañana de entre su sueño de nubes
Cuando vuelvo en la bicicleta al trabajo avanzo sobre un pedazo de carretera lleno de topes en la última recta de casi un kilómetro junto a las vías del tren. A veces vuelvo la vista hacia el poniente y me encuentro con que una silueta negra recorta el azul y oro del cielo en el crepúsculo.

La sensación que me queda es de una irrealidad profunda. Es una gran teta. El Cincoque es una gran teta. Por eso los huehuetoqueños la tienen hasta en su escudo de armas. Del lado que baja al rumbo de San Miguel Jagüeyes está un poco deprimido. La ladera norte que baja a Tepeji está un poco abultada. Y la cima es como un pequeño pezón, donde, para colmo, a alguien se le ocurrió poner una cruz.

El Cincoque es una teta con piercing.

En los días brumosos es como un seno que emerge de entre gasas vaporosas o triunfa rotundo sobre el vapor de una ducha caliente. A veces está coronado por una hilera de nubes que malamente intentan ocultar la excelsa perfección de ese cerro. Carajo, no he visto un pecho femenino más perfecto que el Cincoque. La Madre Tierra es demasiado buena. Y también lo está. 

Quizá por eso los huehuetoqueños quieren tanto al Cincoque.

1 comentario: